Sin auriculares ni medias

Esta vez decidí admirar sin escuchar musica. Ademas tengo un problema con el gusto musical y termino escuchando trap y reggeton cuando la situacion era mas propicia a una tarde tranquila.

También me quedé descalza. Mis pies doloridos de meses de botas de esqui se pusieron contentos.

Por momentos se nubla y llueve, pero una persona muy importante me enseñó que ese no es motivo para volverse adentro. Agarro el pareo del bolso y me lo pongo en la cabeza.

Me quedo acá y la lluvia para, la nube se corre y el sol sigue calentandome la piel. Como se corrió en Sydney cuando caminaba el icónico camino entre Bondi Beach y Coogee. Como se corrió en Thredbo los dias que vivimos las cuatro estaciones en solo 7 horas. El clima de Australia es impredecible.

Escucho las olas del mar que hoy está tranquilo. Este mar que entra desde el oceano Indico al que me enfrento por primera vez. Su azul profundo y por momentos turquesas no deja de sorprenderme.

Mis pies estan contentos, libres. Siento la arena deslizarse entre mis dedos haciéndome cosquillas.

Escucho el helicóptero que pasa buscando tiburones y que por suerte no frena, señal de que no encontró nada. Pienso en la vida adentro del mar, algo tan desconocido para mi. Y como todo lo desconocido, me da un miedo indescriptible. Cuando era chica me encantaba nadar en el lago pero del mar nunca fui muy amiga la verdad. Las olas dandome vuelta y dejandome sin maya sacaban mis peores miedos a la luz: el ridiculo y el hecho de que mi cuerpo quede expuesto frente a pocas o muchas personas (daba igual, siempre me traumo mi cuerpo).

Cuantas veces la música pasa de ser una compañía a bloquearte un sentido tan especial. Un sentido que te ayuda a conectar un poco mas con lo que realmente estás viviendo. Y no hablo de la conexión trillada con el presente, porque mi cabeza está lejos de plantarse solamente en el aqui y ahora. Estoy hablando del pasado reciente y del que no lo es tanto. Hablo del futuro cercano y del alejado también. Pero no importa. Escuchar me ayuda a conectar. Escuchar me ayuda a mirar y por ende a ver. Y hay tanto para ver.

Escucho a dos nenitos y su papá que caminan con cañas de pescar, pero como no les presto atención y el inglés australiano sigue siendo un desafío, no tengo ni idea de que hablan. De todos modos la imagen me parece hermosa, cotidiana, se nota que no es una tarde especial. Probablemente los nenes volvieron del colegio, y como un dia cualquiera en el que el pique es alentador, el papa los llevo a pescar a este mar increiblemente azul que probablemente les quedara tan solo a unas cuadras de distancia.

Veo la luna asomarse entre las nubes aunque sean las 16:30, en este lugar parece no irse nunca. Acompaña al sol como una guardiana. Me los imagino charlando, poniendose a tono la luna de lo que paso durante el dia. Historias diarias que le cuenta el sol antes de pasarle la posta de vigilancia de este lado del mundo para irse a encontrar con la otra mitad. Pienso que en realidad estoy viendo otra luna y otro sol, que en verdad estoy adelantada a mi propia realidad...bah, a la que era mi realidad, ahora ya no se cual es cual. Pienso tambien en mi familia, mientras veo el sol caer atras del oceano, que esta por recibir ese mismo sol en casa.

Escucho, siento y veo. Una vez mas alejarme de la tecnologia me permite disfrutar del entorno.